Cuando entablamos conversaciones con diferentes actores interesados en conocer los cambios y transformaciones que generan en las condiciones de vida de las personas, organizaciones o comunidades con las que trabajan, es usual que nos encontremos con prevenciones que evitan que se animen a adoptar estrategias para medir su impacto regularmente. Particularmente hemos encontrado tres preguntas: escuchamos repetidamente que este es un ejercicio difícil de realizar; con un alto nivel de complejidad técnica y que acarrea altos costos.
Si bien hay algo de cierto en estas inquietudes, muchas veces las preocupaciones se encuentran sobredimensionadas. Revisémoslas una a una:
1. Medir el impacto es difícil: Es cierto que las actividades de medición no son particularmente sencillas. Sin embargo, en nuestra esta experiencia esta percepción normalmente surge por la falta de una reflexión organizada en torno a los cambios que las organizaciones esperan generar con las iniciativas que realizan. Discutir sobre los efectos esperados de sus actividades ayuda a identificar cuáles serían las señales o pistas que deberían monitorearse para identificar si estos ocurren o no, permitiendo también descartar aquellas que cuentan con un mayor grado de complejidad para ser rastreadas.
En este proceso la teoría de cambio es una herramienta muy importante, pues presenta de forma clara cuáles son las metas u el objetivo en términos de impacto que se quiere crear con un proyecto o iniciativa; identificando si existen las condiciones necesarias para alcanzarlos, en el contexto donde opera la organización.
2. Medir el impacto es técnicamente complejo: tener claridad sobre los cambios deseados y las señales que se monitorearán para validar su ocurrencia ayuda a simplificar de manera sustancial la complejidad de los procesos de medición. Con esta información pueden construirse indicadores sencillos que sean específicos, medibles, alcanzables, relevantes y con un marco de tiempo claro. Incluso puede acudirse a bancos de indicadores en línea para identificar algunos que ya hayan sido utilizados por otras organizaciones.
Por otra parte, la tecnología puede ser un gran aliado para simplificar los procesos de captura y análisis de datos, pues ayudan a facilitar el registro de información, su depuración y presentación a través de visualizaciones. En Azaí contamos con estrategias para adaptarnos a los servicios tecnológicos con los que cuentan las organizaciones, haciendo este proceso de forma mucho más amigable con los usuarios finales.
3. Medir el impacto es costoso: de acuerdo a nuestra experiencia, esta prevención se origina en la asociación que se hace entre medición del impacto y la evaluación de impacto. Esta última es usualmente costosa, pues se realiza al finalizar un proyecto para analizar lo que ocurrió y los cambios generados; y normalmente las organizaciones no cuentan con la información requerida para hacerlo.
Sin embargo, en Azaí apostamos por que estos costos pueden disminuirse si los procesos para la captura de datos y su evaluación se incorporan las actividades usuales de las iniciativas o proyectos, apoyándose en los registros que usualmente las organizaciones capturan sobre sus participantes.
En contraposición con el mito, medir y verificar el impacto que se va generando en un proyecto incluso puede ahorrar recursos al permitir reconocer si se están logrando los cambios esperados a medida que se desarrolla la iniciativa, permitiendo tomar decisiones a tiempo y evitando el gasto de recursos en actividades que no generarán las transformaciones que deseamos. En ese mismo sentido, cada vez es más común que la entrega de subvenciones u otro tipo de recursos esté condicionada a la identificación del impacto generado, por esa razón contar con una estrategia para medir y verificar las transformaciones apalanca el ejercicio de la recaudación de fondos al habilitar el acceso a nuevas fuentes de financiamiento.
Azaí se ha especializado en el uso de metodologías innovadoras y ágiles para diseñar estrategias de medición y verificación del impacto, que incorporan las actividades de medición a los procesos usuales de los proyectos o iniciativas sociales y se apoyan en la tecnología a la que tienen acceso las organizaciones. Esta aproximación nos ha permitido disminuir las prevenciones frente a la medición del cambio, a la vez que nos ha ayudado a maximizar el impacto de nuestros aliados, que cuentan con los datos necesarios para tomar decisiones clave en el tiempo justo.